Desde la infancia, mirar el desarrollo de las semillas ejerce una fascinación casi
mágica: como observar la bellota perfectamente encajada en su copa o la
superficie oscura y pulida de la castaña cuando emerge de su cubierta espinosa…
Estas formas sensuales nos acercan a la naturaleza y como si de piedras
se tratasen las rodamos entre nuestros dedos, las metemos en nuestros bolsillos o simplemente
las dejamos abandonadas en los marcos de las ventanas donde lentamente se
arrugan. También nos es familiar la amapola y sus pétalos rojo fuego que caen rápidamente
al madurarse el fruto. Quedando este convertido en esa familiar cápsula repleta de semillas
que se agitan como maracas hasta que la tapa se levanta y las semillas logran dispersarse.
Al coger una pequeña semilla en la mano es difícil comprender que, dadas las condiciones
adecuadas, una planta hermosa y compleja surgirá de ella. Las semillas son el
comienzo y el final del ciclo de la vida de las plantas; portadoras de los códigos genéticos
que asegurarán una propagación exitosa y la continuación de la especie. Su resiliencia es
famosa: semillas tomadas de muestras de herbario han sido germinadas exitosamente después
de más de doscientos años de haber sido recolectadas. Su diversidad de formas y escalas
es tan extensa como las plantas de las cuales derivan, desde la gigantesca nuez de
Seychelles de hasta veinte kilos hasta las diminutas semillas cual partículas de polvo de la
familia de las orquídeas, donde un gramo de semillas puede contener más de dos millones
de estas. Hasta el siglo XVII los estudios de plantas iban enfocados principalmente a propó-
sitos medicinales u hortícolas pero, aprovechando el nuevo microscopio compuesto desarrollado
por el químico y físico Robert Hooke, botánicos pioneros como Nehemiah Grew
y John Ray estuvieron entre los primeros en describir la estructura y los mecanismos
reproductivos de las semillas. Esto alimentó una pasión competitiva por cultivar plantas con
flores y, posteriormente, por crear jardines donde exhibirlas, conduciendo a una demanda
por variedades cada vez más exóticas para satisfacer los crecientes invernaderos y jardines
de la nobleza.
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